la última mañana apenas tenía una hora y
media para pasear. no había podido ver prácticamente nada de la ciudad, tan solo el
pequeño y coqueto centro histórico y el puerto donde habíamos cogido el ferry
para perdernos en la isla de Grinda durante 3 días. mis ganas de conocer
Estocolmo venían de lejos, hacía años que quería pasear entre sus calles y
descubrir sus rincones. cuando me levanté dudé un buen rato:
podía coger un taxi y plantarme rápidamente en algún barrio cool en busca de las direcciones que traía apuntadas de Barcelona, o repetir el centro
hasta la hora en que debía coger el tren para el aeropuerto.
contrariamente a lo que suelo hacer, opté
por la segunda. sé que una tarde y una horita no dan para captar la esencia de
un lugar pero me apetecía andar sin prisa y con curiosidad, no tenía ganas de ir a la carrera para acabar quedándome con el mismo sabor agridulce de
no haber podido conocer de verdad la ciudad.
empecé a deambular sin la prisa del reloj
ni el estrés del mapa, caminando hacia esquinas que me llamaban la atención o callejuelas que captaban mi interés. pensé en Marta y en su revista deriva, en lo gratificante que es andar sin rumbo, sin esperar nada, dejando que las
calles te sorprendan, mirando con la curiosidad del viajero, esa que deberíamos
tener para nuestra propia ciudad. y, sin saber cómo, mis pasos me llevaron hasta ahí. una cafetería y panadería que había visto también el jueves. pequeña, tan pequeña como acogedora. madera, libros en una pared y apenas 3
mesitas para dos. una barra y 2 sillas más. todo ecológico, dulces sin gluten y
dulces veganos. cuando me vi ahí delante de nuevo, lo tuve claro. entré y pedí un
chokladboll, un dulce típico sueco hecho de cacao y coco que me habían recomendado en instagram. y, acompañándolo, un té negro con frutos rojos y vainilla. me lo tomé mientras observaba
cómo era un lunes por la mañana en el casco antiguo de Estocolmo: el ritmo
pausado de la gente, cómo iba vestida, su entonación, esas
teces pálidas y rubias acostumbradas al frío del norte.
a la media hora me levanté para irme y, camino al hotel, ocupada por la serenidad de aquella pausa me di cuenta de que había pasado la última mañana en Estocolmo de la
mejor manera posible.
Ekologiskt bageri
Stora Nygatan 6 111 27, Stockholm
#historiasdeunmomento
Qué gusto deambular sin prisa..... Creo que me debería dedicar una tarde a hacerlo. Ya ni me acuerdo...
ResponderEliminarMi Anna valiente!!!!!!!!!! Eres un sol
qué bonita eres, Silvia... sí, deambular entre las calles es uno de aquellos pequeños placeres a nuestro alcance que deberíamos hacer más a menudo... muchos besos, nos vemos prontito!
EliminarQué maravilla anna, ahora que leo tu post me doy cuenta que yo soy la típica de guía, google maps y no me dejo seducir por los sitios si no todo programado, creo que la única ciudad en la que fui capaz de conseguirlo fue Paris pero porq la ciudad te obliga a deambular :-)
ResponderEliminaryo habitualmente también funciono así, Noe, pero es cierto que en cada viaje me gusta dedicar siempre un espacio a deambular sin dirección, es increíble la de cosas que puedes llegar a ver y a percibir, simplemente porque estás poniendo atención! un beso guapa ***
EliminarÉs que Estocolm enamora!
ResponderEliminartal qual Imma, hi haig de tornar!! :)
EliminarQué bien y relajadamente nos lo cuentas...
ResponderEliminarQué placer leerte...
Creo que he bajado una marcha...
no sabes cuánto me alegra leer esto, Esther :)
Eliminar