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29 de noviembre de 2018

acción solidaria: historias de madrid & acnur


libro historias de madrid drimvic
muchas veces echo de menos contribuir en algo más grande que yo. muchas veces me pregunto cuál es mi aportación a la sociedad (más allá de intentar cuidar de las personas y del entorno en el que vivo). adoro escribir, hacer fotografías, trabajar ayudando a transmitir el mensaje de otros… pero muchas veces siento que me falta algo. 

vivimos en sociedad, y en una muy globalizada, con lo que la actuación de una persona impacta en las demás, para bien y para mal. a riesgo de sonar ingenua y soñadora, creo firmemente en esta idea de que todos somos uno, de que no hay un "nosotros" y los "otros" y de que el mundo es una especie de gran familia, pues estamos todos conectados de un modo u otro.

hace años ya que necesito subir una marcha, que necesito que mi contribución a la sociedad vaya más allá de mis elecciones individuales a la hora de consumir, de actuar, de comunicarme y de relacionarme. de mis años de trabajadora social echo de menos esa sensación de que formabas parte de algo que impactaba positivamente en otros. 

mi proyecto profesional se va desarrollando poco a poco, con altos y bajos y pausas en el camino y hace tiempo que tengo la idea de incorporar de algún modo una visión más social. no sé si estas son exactamente las palabras, pero necesito que haya algo de mi trabajo que favorezca a la sociedad. a una persona, a 10, a 1000 o a 100000, pero que sea más grande que yo, que vaya en beneficio de alguien más que no sea solo yo. le doy vueltas y no he encontrado todavía la manera que siento que encaja conmigo, pero esta necesidad ha ido creciendo con el tiempo, quizás a la vez que siento que el mundo cada vez se desmorona más, que veo cómo perdemos el rumbo, cómo nos enfrentamos unos a otros y las atrocidades que se dicen y se cometen por una ideología, por dinero, por miedo a perder el estatus… por cualquier cosa, en realidad.

hablando con mi madre de esta necesidad la última vez que estuve en Barcelona, se le ocurrió algo que me gustó mucho y que he decidido hacer:

del día 1 de diciembre al día de Reyes, ambos incluidos, todos los beneficios de los libros de Historias de Madrid que se vendan a través de la tienda online (los que gestiono yo) irán destinados a ACNUR, la organización mundial que dedica sus esfuerzos en ayudar a las personas refugiadas. el 7 de enero contaré los libros vendidos y el beneficio que suponen y haré un donativo a ACNUR por esa cantidad.

es un gesto muy pequeño y realmente no sé la repercusión que tendrá, no sé si el donativo será de 10€, de 100€ o de 200€, pero es algo que está en mis manos, que puedo hacer ya y es algo que, por muy pequeño que sea, tiene un impacto positivo. a veces podemos hacer mucho más de lo que creemos, no hace falta tener la idea perfecta, ni el proyecto impecable, ni la infraestructura ideal, y es algo que a menudo se me olvida.

por supuesto, me haría muchísima ilusión que esta acción llegara al máximo de personas y que el donativo sea lo más grande posible y me encantaría que este mes se vendan muchos libros, así que si estabas dudando de si comprarlo o no, de si regalarlo a alguien estas Navidades, de corazón creo que no hay mejor momento que ahora para hacerlo. si no te gusta el libro o no te apetece comprarlo o regalarlo, no pasa nada, evidentemente :) pero si te gusta el turrón y ves que en la tienda donde compras venden uno que colabora con una entidad o puedes donar 1hora de tu tiempo para acompañar a una persona mayor al médico o puedes regarle las plantas al vecino mientras se va con su familia a pasar las Navidades, hazlo, elijamos hacer aquello que crea un impacto positivo en el entorno. y no importa si la causa son las personas refugiadas, las personas enfermas de cáncer, la gente que vive en la calle, la malnutrición infantil, nuestros vecinos… todas son igual de válidas y todas pueden aprovechar un poco de ayuda extra.

en estos post hablo más detalladamente de Historias de Madrid (qué es, cómo surgió y quién me ha ayudado a darle forma) y en este enlace puedes ver más información del libro y comprarlo.



pd. normalmente soy fatal en la parte comercial y me cuesta mucho hacer promoción de mis proyectos y mis cosas pero creo que la ocasión lo merece así que si crees que este post puede gustarle o interesarle a alguien, por favor, compártelo. muchísimas gracias <3

20 de noviembre de 2018

momentos de belleza


Estocolmo, Suecia

las transiciones son duras, por lo menos, para mí lo son. todo es nuevo y desconocido y muchos de los puntos de anclaje, esas cosas que me daban seguridad y tranquilidad, ya no están. y, mientras que me siento profundamente agradecida por tener el privilegio de poder vivir por un tiempo en otra ciudad, con toda la riqueza que esto conlleva, me encuentro tambaleante, un poco más perdida e insegura de lo habitual.

a la vez, los periodos de turbulencias, además de suponer grandes fases de crecimiento y aprendizaje interno, han resultado ser siempre para mí los momentos en que mejor aprecio la belleza, en que no doy nada por sentado o por regalado, en que agudizo mis sentidos y parece que más respeto tengo por los regalos que nos da la vida. estos días encuentro mucho confort en llevar la cámara conmigo e ir capturando todos esos momentos que para mí hablan de belleza y felicidad, de paz. el hecho de encontrarlos y de poderlos retener en la cámara me hace muy feliz, y me apetecía compartir algunos de ellos aquí: 

espigas moviéndose al compás del viento y el fru-fru que las acompaña al hacerlo

espigas

los paisajes tan bonitos que hay alrededor de la universidad de Estocolmo

Estocolmo, Suecia

los colores del otoño

hojas otoño

personas absorbiendo los rayos de sol de una mañana de domingo fría pero soleada, mientras toman cafés y tés frente al canal

Djurgärdsbrunn, Estocolmo

plantas, de cualquier forma y tamaño, en un invernadero

Rosendals Tradgard, Estocolmo

un nido pequeño que se sujeta en perfecto equilibrio entre las ramas de un árbol

nido árbol

nuestra primera planta, Fika, en casa y la sombras que dibuja en la pared

planta interior

sombras pared



13 de noviembre de 2018

internamente


djurgardsbrunn estocolmo

cada vez que voy a Barcelona llevo una agenda calculada al milímetro; enlazo plan tras plan y no hay espacio para la espontaneidad ni para el descanso. disfruto de cada encuentro que tengo y organizo la agenda de esta manera para poder estar con todas las personas que quiero, pero me acompaña siempre de fondo esa inquietud de que no puedo acomodarme mucho porque enseguida tendré que irme, de que tengo que estar pendiente del reloj, de que más vale que tenga energía para todo lo que me depara el día.

y esta vez llegué por poco más de 48 horas y con menos energía y salud de la habitual. lo principal era hacer el tratamiento y, aunque me apetecía ver a amistades y hacer planes, internamente sentía fuerte que esta vez no tocaba. y es curioso cómo, a pesar de ir con la agenda muy relajada, siento que estos dos días han cundido muchísimo, que he hecho lo que tenía que hacer.

quedé para merendar con mi abuela y con mi tío y les estuve explicando cómo habían ido las 3 primeras semanas en Suecia mientras les enseñaba fotos. los llevé a Food & Yoga, con quienes trabajo, para que conocieran el espacio (y probaran la tarta de aguacate y lima que hacen, que está riquísima :)) y pude ver, de este modo, a Marta y Pepe y estar un rato con ellos. hice varias gestiones que habían quedado pendientes antes de la mudanza. llevé a arreglar la cámara analógica de mi padre y la dejé en el taller. hablando con Mercedes, mi suegra, me enteré de que el tío-abuelo de rícard estaba en el hospital. fui a verlo el viernes por la mañana y pasé un rato entrañable con él y con Meies, su mujer; acostumbrada a verlos cuando nos reunimos todos para celebraciones, sentí como un privilegio poder tener esa hora solo con ellos. regué todas mis plantas que están ahora en casa de mi madre y las estuve arreglando. disfruté mucho de la compañía de mi madre, de las conversaciones entre trayectos y de los pequeños momentos en el sofá.

disfruté de planes sencillos y tranquilos, de la cotidianeidad, de las personas con las que estuve. me doy cuenta de que esto es lo que me aporta y me nutre: la presencia, la sencillez, el tiempo. me sentí relajada y contenta, y mucho más ligera de lo que me he había estado sintiendo en Estocolmo.

a la vez, un runrún me acompañaba de fondo, un malestar que fue aumentando a medida que se acercaba el momento de volver a coger el avión. y el sábado por la mañana, poco antes de partir para el aeropuerto, me di cuenta de lo que había estado haciendo:

quizás he sido ingenua, quizás no he sido consciente o no he querido serlo, quizás ha sido una magnífica actuación de negación de la realidad, quizás un poco de cada… a lo largo de las 3 semanas que llevamos en Estocolmo me he repetido infinitas veces que yo soy como soy, que no pasa nada si no me siento preparada todavía para quedar con personas que no conozco, que no hay ninguna prisa por descubrir la ciudad, por retomar el yoga y la natación, que iré haciendo las cosas en la medida en que yo me sienta fuerte para afrontarlas, que cada uno tiene su ritmo y que no tiene ningún sentido entrar en comparaciones. pero, a la vez que me decía esto, una vocecita suave e insistente me iba repitiendo una y otra vez que debería ser más capaz de hacer las cosas, que debería ser más atrevida, más valiente, que dejara de esconderme y que empezara a actuar conforme a la edad que tengo.

esta segunda voz, que habla bajito pero es dura e implacable, me tambalea y me hace dudar mucho de mí misma, y resulta que ni ella ni yo hemos tenido en cuenta que hace 2 meses que me siento enferma otra vez; que, aunque los síntomas han ido avanzando más lentamente que en otras ocasiones, se han ido haciendo presentes; que el dolor, el cansancio y, sobre todo, el miedo han ido filtrándose en mi día a día, y que esto me apaga, me empequeñece y me asusta. y mi reacción al miedo es siempre el refugio; cerrarme, quedarme en mi cueva hasta que el peligro pase. y pienso que he sido dura conmigo, que un traslado de país ya es estresante de por sí y que, con la enfermedad activa, el reto era doble y muy grande, y que en lugar de machacarme por no estar más enérgica y dinámica y explorando la ciudad, debería haberme dado el espacio, el tiempo y la comprensión que necesito.

en cuanto me doy cuenta de esto, me siento muy aliviada. necesito contárselo a rícard para que él también lo sepa y la comprenda aunque, si lo pienso un poco, creo que él lo intuía mejor que yo.

llegué a Estocolmo muy removida y así seguí gran parte del domingo. a pesar de esto, hay una parte de tranquilidad, de tener más claridad sobre mí y de saber mejor cómo tengo que actuar conmigo. por ahora se trata de descansar, de no forzar, de escucharme y de cuidarme, de dejar que aflore el malestar que hay y de acallar sin contemplaciones cualquier voz interna que no sea amable conmigo. también se trata de confiar en que el tratamiento ayudará a que todo vuelva a su sitio, a que el dolor y el malestar disminuyan y el miedo desaparezca y que, entonces sí, podré salir, explorar y disfrutar plenamente de vivir en Estocolmo. y, aunque de puertas a fuera no ha cambiado nada y mi rutina sigue siendo muy parecida a la de hace unos días, internamente hay una diferencia y noto el bien que esto me hace.



7 de noviembre de 2018

refugio


otoño Estocolmo Djurgardsbrunn

y para los días en que todo parece demasiado, cuando siento que me ahogo o que no encuentro el sentido, cuando las tareas más insignificantes pesan más de lo que puedo sostener… para todos esos días siempre está este maravilloso bosque, sus colores, su quietud, su silencio y su paz.

otoño Estocolmo Djurgardsbrunn

otoño Estocolmo Djurgardsbrunn
otoño Estocolmo Djurgardsbrunn
otoño Estocolmo Djurgardsbrunn

otoño Estocolmo Djurgardsbrunn













otoño Estocolmo Djurgardsbrunn
otoño Estocolmo Djurgardsbrunn
otoño Estocolmo Djurgardsbrunn


5 de noviembre de 2018

día a día…


día a día Estocolmo

han pasado 2 semanas enteras desde que llegamos aquí. algo más de una semana desde que cambiamos de estudio y estamos en lo que será nuestra casa durante los próximos meses. hay rutinas que ya se han asentado y me dan seguridad, y muchas otras que están por incorporar.

el despertador suena a las 7.15h. rícard sale de la cama y yo me quedo un rato más, me está costando ponerme en marcha y de momento me lo permito. escribo en el diario, miro por la ventana y veo cómo, en el edificio de enfrente, todos empiezan su día. la gran mayoría de pisos no tienen cortinas y veo cómo la gente va de una habitación a otra, recogiendo cosas, desayunando, preparando a los niños. me da una extraña sensación de familiaridad.

en cuanto rícard sale por la puerta, hago los saludos al sol y un rato de meditación. en Madrid desayunaba tarde, a media mañana, y me servía para hacer una pausa del trabajo. aquí los horarios son muy diferentes, todo va mucho más pronto y, aunque en realidad yo puedo seguir con mi horario de siempre, intento adaptarme. en el cuenco de taller silvestre que traje conmigo, maíz, arroz inflado, pasas, bayas de goji y pipas de calabaza, una cucharadita de canela y un poco de leche de arroz templada.

me siento frente al ordenador alrededor de las 9.30h. cambié la mesa de lugar, ahora está pegada a la ventana, donde me aseguro que, por el momento hasta las 15h, pueda trabajar sin encender ninguna luz. en un trocito diminuto de pared que hay entre ventana y ventana he pegado la frase de yogi tea que me regaló Laura antes de irme, la postal que me mandó Lady Desidia con una de sus ilustraciones rezando calm is my super power (quizás, a base de leerlo, me lo acabe creyendo) y algunas frases recordatorio que me tranquilizan y me centran. antes de sentarme preparo una tetera y voy bebiendo té verde a sorbos mientras contesto correos, redacto textos o edito fotos.

sobre las 12.30h salgo a la calle. aún no me he acostumbrado a este horario, normalmente a esta hora estoy concentrada en lo que hago y me cuesta parar para salir pero los días que llevo aquí han sido suficientes para ver que a las 15h ya es oscuro y que, cuanto más oscurece, menos me apetece salir. caminar y respirar aire fresco me hace bien en todos los sentidos y, aunque generalmente esta pausa manda al traste lo de comer a la hora de los suecos, por ahora lo hago así. quizás más adelante, cuando me resulte más fácil levantarme, puedo empezar a trabajar antes y ajuste los horarios pero, por ahora, está bien así.

hay días que salgo a correr y días que voy a pasear. voy siempre al bosque y no me canso de él. me parece un regalo tan inmenso tenerlo cerca. ahí dentro siento paz, serenidad, los pensamientos se evaporan, mi mente queda en silencio. escucho cómo crujen las hojas bajo mis pies, veo cómo las manos se me van enrojeciendo y algún día tengo la sensación de que el frío me corta la cara. me cruzo con algunas personas que también corren, con mamás o papás que pasean a sus bebés en los cochecitos bien cubiertos, con hombres que caminan con sus perros,… cuando nos cruzamos hago un leve movimiento de cabeza, algunos lo devuelven y otros, no. hay ratos en los que parece que solo esté yo en el bosque. miro los colores del otoño embobada, el manto de hojas que se ha creado a los bordes del camino, la esplendorosidad de los árboles, los patos que nadan en fila.

cuando regreso al apartamento agradezco el calor que se siente dentro. si he estado previsora, ya tengo la comida hecha: algún cereal (trigo sarraceno, bulgur, quinoa…) que he preparado con verduras y frutos secos a modo de ensalada caliente y, si no me ha dado tiempo, preparo calabaza al horno, puré de patatas, boniato hervido… me muevo entre estos ingredientes últimamente, ahora mismo es lo que me pide el cuerpo. 

después de comer y de fregar los platos, me siento otra vez frente al ordenador, esta vez con la lucecita de la repisa encendida. el apartamento, como el resto de casas suecas, tiene varias luces pequeñitas repartidas por todo el espacio que crean una atmósfera íntima y acogedora. cuando oscurece, me gusta encender todas estas luces y añadir la de alguna velita mientras quema un incienso. es una manera de sentirme en casa, también.

rícard regresa sobre las 18.30h y se va un rato al gimnasio que tenemos justo al lado del hotel. si no hay nada apremiante de trabajo, aprovecho este tiempo para preparar la cena, la comida del día siguiente y sentarme a leer unos minutos en el sillón que hay en el rincón. a las 20.15h estamos los dos en el sofá con la comida enfrente. vemos un capítulo de The Good Doctor o de Madam Secretary, que recientemente hemos descubierto. es muy bonita la sensación de acabar de cenar y saber que todavía es temprano, que te puedes quedar un buen rato charlando o remoloneando antes de levantarte a recoger los platos y lavarte para acostarte. por más que lo habíamos intentado en Madrid, no conseguíamos cenar pronto y, estando aquí, parece que nos han hecho el regalo del tiempo, por lo menos así lo siento estos primeros días, y es un regalo muy valioso.

a las 22.30h ya solemos estar en la cama y leemos un rato en silencio hasta que los ojos van cediendo, cosa que no tarda mucho en ocurrir últimamente. apagamos las luces y en menos de 10minutos estamos ambos respirando profundamente.

si levanto la mirada, si pienso en la imagen grande, en lo que estoy haciendo aquí, me asusto porque siento que no lo sé, que no sé a dónde me lleva todo esto y la incertidumbre siempre me crea incomodidad. supongo que por eso por ahora me centro en lo pequeño, en pasar el día a día, en crear mis rutinas, en vencer miedos y atreverme cada vez a explorar un poquito más. y, aunque hay días que pasan mejor que otros, me doy cuenta de que, en realidad, está todo bien.