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26 de junio de 2018

de luces y sombras




me siento en un impasse. como si estuviera suspendida en el aire y no supiera en qué momento voy a caer. como cuando estás en una montaña rusa y el vagón en el que vas sube cada vez más despacio porque está a punto de llegar a la cima, pero tú no la ves y te da esa cosa en el estómago, esa mezcla de miedo y nervios porque sabes que de un momento a otro vendrá esa bajada repentina. sé que vienen cambios pero no sé cuándo y eso me inquieta, esa sensación de incertidumbre, de no control, nunca se me ha dado bien. 

a la vez, y a pesar de mi temor hacia ellos, ahora los necesito. me siento en un final de ciclo, no sé de cuál, pero es como si una etapa se hubiera acabado y necesitara empezar otra. actúo por inercia y, si no fuera por ese runrún de fondo, sería tan cómodo! el ritmo propio del día a día y las tareas que nos imponemos o, por lo menos, que me impongo, llenan mis horas sin que tenga que esforzarme, al contrario, a menudo me escucho diciendo no he podido… no he tenido tiempo… si no hago un ejercicio consciente de "crear" tiempo, de hacer el espacio para pensar qué necesito y qué tengo que hacer para conseguirlo, los días se me escurren entre las manos mientras no puedo evitar escuchar ese murmullo de fondo que me dice que algo no está bien. me viene a la cabeza la imagen de un velero sin motor que navega por un mar apacible y un cielo sin viento: la inercia lo lleva por un tiempo pero, si no empieza a soplar viento, llegará un momento en el que no podrá seguir avanzando.

no he podido identificar qué necesito aún y creo que por eso espero que sucedan cosas fuera, así me ahorro la tarea de ser proactiva, de asumir responsabilidad. la paciencia no es mi mayor virtud y así me encuentro a menudo con ese malestar que se transforma en ansiedad, como esa desesperación que genera ver un bebé que llora y no sabes por qué.

ante esto vuelvo al presente y a las pequeñas cosas que me dan paz y sosiego. después de una semana cada uno por su lado, este fin de semana necesitaba más que nunca estar con rícard. en verano sus viajes por trabajo se intensifican y se alargan, y acuso su ausencia. salir a comprar un ramillete de flores secas el domingo por la mañana, hacer recados cuando empieza a caer la tarde, comernos un polo de frutas a las 9 de la noche o pasear en bicicleta por una casa de campo desierta debido al sol abrasador de Madrid han sido momentos muy preciados y disfrutados este fin de semana. creo que este es uno de los efectos más bonitos de las sombras: hacen que las luces brillen con más fuerza y, suerte la mía, mi vida está repleta de ellas.

escribir me ayuda a comprender(me), a escuchar(me) mejor, a aceptar(me). escribo porque lo necesito. aunque a veces las palabras salen desordenadas y sin ningún sentido aparente sé que, una vez las he soltado, cuando están sobre el papel, empiezan a cobrar sentido dentro de mí. y también sé que, hasta que no hago este ejercicio, hasta que no lo expreso, me quedo ahí enganchada, sin poder avanzar. ahora ya solo queda esperar.


pd. quizás debería volver a hacer esto & sobre las transiciones y los cambios

14 de junio de 2018

sobre la sensibilidad


sobre la sensibilidad
el ruido de la calle y de los coches me aturde y, si es muy intenso, me marea. cuando estoy cansada, necesito dormir; es importante para mí tener una rutina antes de acostarme y los cambios en ella (acostarme muy tarde un día, por ejemplo) me pasan factura rápidamente en el cuerpo. necesito dosificarme mucho los eventos y quedadas sociales; aunque el contacto con personas me gusta y me inspira, después de estar un rato con alguien necesito poder volver a casa y estar sola o en silencio hasta que vuelvo a sentirme recargada. me siento mucho más cómoda y disfruto más con el contacto de tú a tú que con los grupos, en los que el ruido, las conversaciones simultáneas, el querer atender a cada persona individualmente y estar por ella me acaba abrumando. el miedo a la incomodidad, a la reprobación o al enfado de los demás ha hecho que durante mucho tiempo ignorara mis sentimientos y necesidades y eso no hacía más que alimentar mi malestar y mi enfado. las tareas domésticas como planchar, fregar los platos, barrer… me relajan y me ayudan a centrarme (cuando no tengo que hacerlas a contrarreloj). 

cuando hay bastantes personas en la calle o estoy en el metro, me agobio y me siento desprotegida, tengo mucha necesidad de salir de ahí y de meterme en casa. si me siento abrumada por algo necesito estar sola, ir a mi aire hasta que vuelvo a sentirme yo. me puedo concentrar profundamente y durante mucho rato pero necesito que no haya distracciones (tele de fondo, notificaciones del móvil, gente hablando…). cuando regreso de un viaje, ya sea de 2 días o de 15, necesito un tiempo para reubicarme: poder volver a ordenar las cosas, lavar la ropa, hacer la comida… no puedo llegar e ir directa a trabajar o a cualquier otro lugar, mi cuerpo llega de inmediato pero el resto de mí necesita un tiempo más largo. soy incapaz de hacer más de una cosa a la vez. puedo adaptarme a todo pero necesito un tiempo para hacerme a la idea y visualizarme en la nueva situación, y no me desenvuelvo nada bien con varios cambios simultáneos y repentinos. necesito un espacio diario para bajar el ritmo, procesar el día y descomprimir: recoger la casa antes de acostarme, leer un rato en la cama cuando ya no quedan aparatos encendidos, masajearme los pies y las manos…  

hace un año leí El don de la sensibilidad y me di cuenta de que todas estas características (y muchas más) que yo no consideraba más que fallos personales y debilidades eran compartidas por un grupo de gente, las personas altamente sensibles (PAS). y entendí, también, que la sensibilidad no es otra cosa que una mayor receptividad a la estimulación, que yo siento y percibo con más profundidad que la mayoría de personas (que un 80% de la población aproximadamente, según unos estudios).

no puedo explicar el alivio que supuso leer y entender aquello. ese libro me describía en muchas situaciones sin conocerme de nada. hasta prácticamente ese momento vivía muy mal todas estas "imperfecciones" mías, sentía que no tenía suficiente aguante cuando necesitaba acostarme y el resto de mis amigos querían continuar estando de fiesta, que era egoísta, débil y rara, y en mi cabeza necesitaba tener una justificación muy evidente para salirme de la norma del grupo en alguna situación; si no lograba encontrarla, me sentía mal, muy mal. y, aunque hacía ya un tiempo que estaba aprendiendo a dejar de machacarme por cómo era y a abrazarme en todas mis imperfecciones, o intentándolo, por lo menos, todavía había muchas situaciones que me dolían y me incomodaban, y no podía evitar sentir que había algo en mí que no funcionaba bien. 

con el tiempo estoy aprendiendo, no solo a no despreciarme o machacarme por esta sensibilidad, por ese "ir de puntillas" a mi alrededor que a veces requiero, si no también a valorarlo y a quererlo. soy muy concienzuda y perfeccionista, me gusta hacer las cosas bien (y mi definición de "bien" suele tener un listón muy alto). se me da muy bien detectar errores y evitarlos. empatizo mucho con el sufrimiento de los demás con lo que suelo ser cuidadosa, amable y considerada (excepto cuando yo misma me siento abrumada) y vigilo mucho de no avergonzar o juzgar a alguien por un error.

el olor de la crema de manos que me pongo antes de acostarme me da una paz y felicidad infinita; me encanta la textura rugosa de un plato de cerámica o de una toalla seca recién lavada, el olor a bosque y el sonido de la lluvia repicando suavemente contra la ventana. los juegos de luces y sombras que se proyectan en una pared me hacen sonreír, me emociono de felicidad muy fácilmente y, como estos, infinitos ejemplos más. adoro ser capaz de percibir estas cosas pequeñas, de ponerles atención y valor, siento que mi día a día está repleto de sutilezas, de momentos apenas perceptibles que lo llenan de color.

hace 3 semanas volví a Madrid, después de un mes de mucho trajín, sintiéndome al límite. me senté en mi asiento en el AVE en Barcelona y empecé a llorar sin saber por qué. he necesitado 3 semanas de mucho silencio y ratos de soledad; de limitar al máximo mi vida social, mis compromisos y obligaciones; de reforzar el yoga, la meditación, la natación y aquellas pequeñas tareas que me hacían sentir bien, que me enraizaban al momento presente y me daban serenidad, hasta que he vuelto a sentirme más o menos yo o, por lo menos, más yo que hace unas semanas. me doy cuenta de que sigo luchando, de que muchas veces me cuesta aceptar plenamente o encontrar el equilibrio entre el fuera y el dentro, entre la distancia y la cercanía, pero ahí estamos, continuando intentándolo, conociéndome un poquito mejor cada día y aprendiendo cada vez más. y lo cierto es que, aunque a veces no me resulte fácil, cada vez me gusta más ser yo :)



6 de junio de 2018

lellar - velas preciosas, artesanales y sostenibles


velas lellar
se conocieron en la carrera, estudiando industriales, eran las 2 únicas chicas de su clase. allí empezó una amistad que el tiempo no ha hecho más que fortalecer. cuando se incorporaron al mundo laboral, ambas lo hicieron en grandes empresas, de esas en las que eres una pieza más del engranaje, una hormiguita, como dice Andrea.

hace un año y medio, a la vuelta de un viaje de París de Sara, mientras se ponían al día con un café, Sara le contaba a Andrea cómo, estando de viaje, había sucumbido a la tentación de comprar una vela grande, lujosa y olorosa de una marca conocida. Andrea, a la que le gustan mucho las fragancias y las velas, le explicó que esa vela, a pesar de ser bonita, no era ni de calidad ni buena para el medio ambiente pues la cera (como en la gran mayoría de los casos) estaba hecha con parafina, un derivado del petróleo que hacía que, al irse quemando la mecha, el vaso de vidrio que la sostenía quedara ennegrecido. esa conversación que empezó de la forma más  casual e inofensiva posible, acabó con la convicción y entusiasmo por parte de las dos de juntarse y crear una marca de velas que, además de bonita y artesanal, fuera 100% respetuosa con el medio ambiente. nacía lellar.

velas lellar

durante el siguiente año se dedicaron a profundizar y mejorar sus conocimientos sobre el proceso de elaboración de una vela, a visitar tiendas, a ver fábricas que producían para grandes marcas y para marcas pequeñas, a preguntar mucho, a buscar y conocer proveedores que estuvieran alineados con sus valores, a probar varios tipos de pinturas en sus casas hasta dar con los acabados que les gustaban, a pensar cómo sería su marca, a definir su imagen, a redactar los textos que irían a la web, a hacer fotografías… fue un año de mucho trabajo que fueron haciendo en sus ratos libres, en las noches y en los fines de semana hasta que, estas pasadas Navidades, recién estrenadas como proyecto, una tienda les hizo su primer pedido.

el resultado es… perfecto, lo creo de corazón. las velas vienen en un recipiente de vidrio reciclado que han pintado ellas a mano con pinturas al agua, sin disolventes. la cera que utilizan es de soja, libre de parafinas, y la mecha, de algodón orgánico. la fragancia de cada vela procede de la mezcla de diferentes aceites esenciales naturales que han elegido ellas minuciosamente después de realizar varias catas. así, hay velas más florales, como la coquelicot, con corazón de jazmín y flor de naranjo, otras más cítricas y ligeras, como almiah, otras más afrutadas, como Umi

velas lellar

quedé con Andrea, la mitad de Lellar, el fin de semana que fui a Valencia (Sara, la otra mitad, vive actualmente en Qatar por trabajo). había descubierto las velas unos meses atrás, gracias a las redes sociales. me gustó de inmediato la imagen que transmitían y me metí en su página web para indagar más. conforme leía en su página sobre el proyecto me fui emocionando más y más y, cuando supe que iba a Valencia, no dudé en escribirles para saber si me podía ver con ellas.

en casa de Andrea aprendí al detalle cómo era todo el proceso de elaboración de una de sus velas. aprendí que Sara es la parte creativa, la que se encarga de todo lo que tiene que ver con la marca: la imagen que transmiten, los textos, las fotos… y Andrea es la parte operacional, el contacto con los proveedores, con las tiendas. aprendí que el nombre, Lellar, en realidad significa muchas cosas: significa hogar (llar, en valenciano), significa ella y significa Francia, la conversación que lo originó todo. aprendí que lo que quieren es enamorar a la persona que compre una de sus velas, crear un poco una pieza de arte.

velas lellar

velas lellar

no necesitamos más cosas, tenemos de todo. al contrario, si necesitamos algo es consumir menos, pensar mejor antes de hacer cualquier comprar qué uso le vamos a dar, cómo se ha elaborado, qué impacto tiene en nuestro entorno. creo firmemente que tenemos que vaciar nuestros armarios, nuestras casas y nuestras mentes del ruido con que los llenamos, de las cosas que no nos aportan nada y que ni siquiera recordamos por qué tenemos en primer lugar. creo que una vida con menos posesiones da más espacio a lo esencial, a lo que nos llena, nos inspira y nos hace felices. 

no necesitamos todas las marcas que existen hoy en día. no necesitamos siquiera una décima parte de ellas. pero sí necesitamos marcas así, como Lellar, que están hechas con el corazón y desde la convicción, que cuidan todo su proceso y miman todos los detalles; marcas que no han venido a generar más ruido, que están aquí para que, el día que quieras hacer(te) un regalo, tengas a disposición la vela más bonita y bien hecha que hay. necesitamos que lo que nos rodee nos conmueva y nos transforme de algún modo, nos haga sentir bien. necesitamos más de esto, lo creo firmemente.

salí de casa de Andrea con el entusiasmo que siempre siento cuando encuentro personas y marcas así, llena de confianza de que hay muchas personas que, como yo, quieren hacer de este mundo un lugar más bello, más consciente y respetuoso.

(puedes seguirles la pista, además de en su página web, en instagram).

velas lellar


 pd. otro proyecto que me gusta mucho 


{todas las imágenes son de Lellar, realizadas por Sara}