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10 de febrero de 2016

29-92




a veces, en los momentos de más oscuridad es cuando uno mejor puede ver los gestos de amor, el cariño y el aprecio de los demás… las personas que brillan en medio de la penumbra.

durante mi ingreso estas Navidades he tenido la gran suerte de ver y vivir una y otra vez unas muestras de amor y afecto que me han sobrepasado totalmente; me he sentido querida y arropada como nunca antes y, a pesar de las circunstancias, he sido muy afortunada por estar tan bien rodeada y tener tantas personas especiales en mi vida.

y a veces la vida o el universo o Dios o quién sea pone a alguien que llena de magia tu camino. la sra. Antonia fue un punto de luz durante mi estancia en el hospital. era mi compañera de habitación; ingresó 2 días después que yo. 29 y 92; creo que éramos la pareja más dispar de la planta (y la que mejor se portaba, según los enfermeros del turno de noche :)).

cuando llegó, apenas hablaba, estaba muy flojita de energías y llevaba días sin comer. yo tampoco estaba bien, así que nos respetábamos los silencios pero, en algún momento, creo hacia el tercer o cuarto día, empezamos a cuidar la una de la otra.

de vez en cuando le leía los titulares del periódico y comentábamos algunas noticias; entre las 23h y las 24h, si las enfermeras entraban a la habitación, se despertaba y le gustaba hablar un rato. después yo la tapaba bien y le daba la mano a través de los barrotes de la cama hasta que volvía a quedarse tranquila y dormida. algunas madrugadas que estaba más agitada, era yo quien avisaba a las enfermeras por ella, o me pedía que le recolocara la almohada o que la volviera a tapar. nos gustaba tener la cortina que separaba las dos camas descorrida y así nos veíamos de lado. ella no paraba de repetir lo afortunada que era por habernos encontrado y por tenerme de compañera; yo no me cansaba de contestar que la suerte era mutua. porque lo era. porque saber que estaba en la cama de al lado cuando llegaba la noche y yo leía el periódico u ojeaba una revista antes de dormir, me tranquilizaba; porque estaba aterrada de estar en el hospital, de que me hicieran 15.000 pruebas diferentes y de hablar de tratamientos de los que no quería hablar y su actitud de calma y aceptación me admiraba y me ayudaba a no darle más importancia de la que tenía; porque abrir los ojos a las 5h o 6h de la mañana cuando las enfermeras entraban a hacer los análisis y saber que estaba ahí, me reconfortaba; porque algo tan nimio como taparla o darle la mano y escucharla mientras me contaba anécdotas sobre el tiempo que vivió en Madrid, en Mallorca o Alicante, o cómo conoció a su marido, o oírla recitarme poesías me permitía salir de mi malestar y centrarme en algo que no fuera yo.

el 18 de enero, 5 minutos después de que me dieran los papeles del alta, le confirmaban a su hermana que tenía un cáncer irreversible y que lo único que se podía hacer era esperar. así que yo me fui y ella se quedó. y el 31 de enero, ella se fue definitivamente y yo me quedé. aún nos vimos un par de veces, la última, el día de su cumpleaños, 93 años.

decía al principio que no sé si la vida o el universo o lo que sea pone a personas en tu vida para que aprendas algo, pero cuando el lunes pasado salíamos de la íntima y bonita ceremonia de despedida que le preparó su familia, sentí la responsabilidad (y la presión) de vivir bien, de vivir a conciencia porque ella ya no podría seguir haciéndolo. quizás ese fue mi aprendizaje.

siento que se fue profundamente agradecida por mi cariño y mi ayuda pero sin saber realmente lo que ella había supuesto para mí, así que quería darle las gracias, a ella, por ser un gran faro de luz esos días y también a su hermana, Montserrat, y a la Paquita, por su cariño, por su calidez... por estar ahí.


{fotografía de Jonathan Bean, vía unsplash}

1 de febrero de 2016

silencio





un mes de silencio. más, de hecho, un mes y 14 días. un silencio inesperado, involuntario e obligado.

no sé ni por dónde empezar. hace días que quiero sentarme delante del ordenador y poner palabras a esto, pero el bloqueo y el miedo han sido demasiado grandes hasta ahora y en gran medida lo siguen siendo. no puedo explicar con detalle qué ha pasado. quizás lo haga más adelante, o quizás no, tampoco creo que importe demasiado…

una enfermedad que se fue de madre. unos síntomas que empezaron en Lisboa y crecieron a pasos agigantados. vuelta a Barcelona antes de lo previsto, intentar por todas mejorar, calmar las señales del cuerpo cada vez más agitado y, finalmente, un ingreso hospitalario muy apurado el día de Reyes. 13 días de hospital, mi primer ingreso. los días en el hospital todavía son como una masa negra en mi cabeza (con un gran punto de luz, la Sra. Antonia), no puedo ni ponerle palabras. y ahora, mucho bloqueo. el ritmo de la calle y del mundo me resulta vertiginoso y apabullante. siento como si estuviera aprendiendo a caminar de nuevo: torpe, temerosa, frágil, inestable, insegura. muchos de los bloqueos y miedos irán disipándose progresivamente, solo requieren de un poquito de tiempo y mimo; otros necesitarán un poco más de ayuda.

ahora es momento de recuperación, de cuidarme; de hacer reposo y descansar; de recuperar los niveles habituales de hierro y energía en el cuerpo; de empezar nuevos tratamientos; de leer libros que me trasladen a otros mundos y ver películas que me hagan soñar; de estar con gente que me quiere y me arropa; de cuidar mi alimentación; de pasear y sentarme en un banco al sol; de tomar un baño reconfortante por la noche; de tener un jarro de flores frescas en la mesa; de reír y de bailar; de recuperar la confianza en la vida; de hacer todas aquellas cosas que me sientan bien, y eso también es escribir; medicina para el cuerpo y para el alma. 

vamos volviendo; sin fechas ni plazos ni compromisos… sin un ritmo marcado pero, poco a poco, vamos volviendo. feliz semana :)


{fotografía de Tina Sosna}