a veces, en los momentos de más oscuridad es cuando uno mejor puede ver los gestos de amor, el cariño y el aprecio de los demás… las personas que brillan en medio de la penumbra.
durante mi ingreso estas Navidades he tenido la gran suerte de ver y vivir una y otra vez unas muestras de amor y afecto que me han sobrepasado totalmente; me he sentido querida y arropada como nunca antes y, a pesar de las circunstancias, he sido muy afortunada por estar tan bien rodeada y tener tantas personas especiales en mi vida.
y a veces la vida o el universo o Dios o quién sea pone a alguien que llena de magia tu camino. la sra. Antonia fue un punto de luz durante mi estancia en el hospital. era mi compañera de habitación; ingresó 2 días después que yo. 29 y 92; creo que éramos la pareja más dispar de la planta (y la que mejor se portaba, según los enfermeros del turno de noche :)).
cuando llegó, apenas hablaba, estaba muy flojita de energías y llevaba días sin comer. yo tampoco estaba bien, así que nos respetábamos los silencios pero, en algún momento, creo hacia el tercer o cuarto día, empezamos a cuidar la una de la otra.
de vez en cuando le leía los titulares del periódico y comentábamos algunas noticias; entre las 23h y las 24h, si las enfermeras entraban a la habitación, se despertaba y le gustaba hablar un rato. después yo la tapaba bien y le daba la mano a través de los barrotes de la cama hasta que volvía a quedarse tranquila y dormida. algunas madrugadas que estaba más agitada, era yo quien avisaba a las enfermeras por ella, o me pedía que le recolocara la almohada o que la volviera a tapar. nos gustaba tener la cortina que separaba las dos camas descorrida y así nos veíamos de lado. ella no paraba de repetir lo afortunada que era por habernos encontrado y por tenerme de compañera; yo no me cansaba de contestar que la suerte era mutua. porque lo era. porque saber que estaba en la cama de al lado cuando llegaba la noche y yo leía el periódico u ojeaba una revista antes de dormir, me tranquilizaba; porque estaba aterrada de estar en el hospital, de que me hicieran 15.000 pruebas diferentes y de hablar de tratamientos de los que no quería hablar y su actitud de calma y aceptación me admiraba y me ayudaba a no darle más importancia de la que tenía; porque abrir los ojos a las 5h o 6h de la mañana cuando las enfermeras entraban a hacer los análisis y saber que estaba ahí, me reconfortaba; porque algo tan nimio como taparla o darle la mano y escucharla mientras me contaba anécdotas sobre el tiempo que vivió en Madrid, en Mallorca o Alicante, o cómo conoció a su marido, o oírla recitarme poesías me permitía salir de mi malestar y centrarme en algo que no fuera yo.
el 18 de enero, 5 minutos después de que me dieran los papeles del alta, le confirmaban a su hermana que tenía un cáncer irreversible y que lo único que se podía hacer era esperar. así que yo me fui y ella se quedó. y el 31 de enero, ella se fue definitivamente y yo me quedé. aún nos vimos un par de veces, la última, el día de su cumpleaños, 93 años.
decía al principio que no sé si la vida o el universo o lo que sea pone a personas en tu vida para que aprendas algo, pero cuando el lunes pasado salíamos de la íntima y bonita ceremonia de despedida que le preparó su familia, sentí la responsabilidad (y la presión) de vivir bien, de vivir a conciencia porque ella ya no podría seguir haciéndolo. quizás ese fue mi aprendizaje.
decía al principio que no sé si la vida o el universo o lo que sea pone a personas en tu vida para que aprendas algo, pero cuando el lunes pasado salíamos de la íntima y bonita ceremonia de despedida que le preparó su familia, sentí la responsabilidad (y la presión) de vivir bien, de vivir a conciencia porque ella ya no podría seguir haciéndolo. quizás ese fue mi aprendizaje.
siento que se fue profundamente agradecida por mi cariño y mi ayuda pero sin saber realmente lo que ella había supuesto para mí, así que quería darle las gracias, a ella, por ser un gran faro de luz esos días y también a su hermana, Montserrat, y a la Paquita, por su cariño, por su calidez... por estar ahí.