le gusta levantarse pronto; aprovechar esos 30 minutos de silencio antes de que el resto de la casa se ponga en marcha. antes necesitaba ponerse el despertador; ahora ya no hace falta, su cuerpo se ha acostumbrado a este ritual y se despierta cada día a la misma hora sin necesidad de aparato. mucho mejor así.
pone los pies descalzos sobre la madera del suelo y se levanta a oscuras. una vez fuera de la habitación, se pone las zapatillas y el batín de seda negro que le regaló por el último cumpleaños. camina a tientas hacia la cocina-comedor y ajusta la puerta tras ella. en la calle sigue siendo de noche pero no enciende la luz, sabe que en 10 minutos los primeros rayos de luz entrarán por las ventanas. le gusta más así, es como despertarse de forma natural.
enciende el fuego y pone la cafetera. mientras el olor a café tostado empieza a inundar la sala, coge una manzana de la encimera y la corta a rodajas. saca un yogur de la nevera y la mermelada de fresas, 2 tostadas crujientes, muesli y un bol del armario. justo entonces se escucha el gorgoteo del café; apaga el fuego y lo deja reposar mientras prepara las tostadas y el muesli.
coge su taza de la estantería, la del día a día, y la llena hasta la mitad de café. del primer cajón saca una cucharita y la mete dentro; sabe que es absurdo puesto que no le añade azúcar ni leche, pero se acostumbró a beber el café con la cucharita dentro y le gusta tomárselo así.
justo cuando la claridad empieza a suavizar los tonos oscuros de la habitación, se sienta en la mesa del comedor y descorre las cortinas. no hay tele, ni ipad, ni móvil, ni siquiera una revista; solamente la vista que le ofrecen las ventanas y ella misma; nada del otro mundo, edificios como el suyo, pegados uno al lado del otro... gajes de vivir en la gran ciudad pero, aun así, le transmiten paz y sosiego. va intercalando mordiscos a las tostadas con sorbos de café, todavía humeante, mientras nota cómo poco a poco sus pensamientos empiezan a cobrar forma, cómo la pereza interna va dando lugar lentamente a una sensación de energía y vitalidad, aún acompañada por esa calma y sosiego.
hoy no lo tiene fácil en el trabajo. es día de acogidas y eso significa que pasará la mañana en entrevistas, escuchando las situaciones personales de la gente que llama a la puerta de la ONG donde trabaja. le gusta el trato con las personas y sabe que su escucha y atención son dos de las herramientas más potentes que tiene en una época donde los recursos materiales no abundan y la criba es selectiva; a lo que no acaba de acostumbrarse, por mucho que pasen los días y los años, es a escuchar y ver las historias de vida tan difíciles que tienen algunas personas. quizás, el día que se acostumbre a eso, es que algo no funciona, piensa para sus adentros.
no se ha dado cuenta y ya ha terminado. todavía en modo pausado, se levanta de la silla y lleva los platos al fregadero. los limpia sin guantes. sabe que así se le estropean las manos, pero le encanta cómo el frío del agua escurriéndose entre los dedos la acaba de despertar. mientras se seca con el paño, sonríe y piensa cómo le gusta tener esos 30 minutos para ella, cómo la ayudan a empezar el día de una manera totalmente diferente, con más serenidad, más presencia y menos sensación de vorágine. todavía con la sonrisa en la cara, se dirige a las habitaciones dispuesta a levantar al resto de la familia y encarar el día.
este es el primer post de una serie nueva que nace hoy. se llama #historiasdeunmomento y son relatos breves, pequeñas incursiones a cualquier momento del día donde se pueda encontrar un instante de bienestar. no tienen por qué ser momentos especiales, solo momentos… es una prueba, tanto para mí como para ti. para mí porque supone salirme del registro habitual del blog y experimentar y, para ti, porque no sé si te gustará. pero me apetecía probar y empezar algo nuevo.
como siempre, me gustaría mucho saber tu opinión en los comentarios así que, si te apetece, dime cómo lo ves. muchas gracias de antemano y feliz fin de semana! ***